ORDEN DE LOS PP. SOMASCOS - PROVINCIA DE ESPAÑA
Madrid, del 24-3-02 al 30-3-02
6º Capítulo Provincial de España
“
Firmes en la esperanza
a la que hemos sido llamados
con nuestra vida y con nuestras obras”
El Superior Provincial
Aranjuez, Domingo de Resurrección 2002:
Benedictus Deus
Mis queridos hermanos:
Os saludo con todo cariño. Recibo el relevo encantado, agradecido a quien me entrega el testigo, contando con vuestra ayuda, en especial la de mis consejeros, y con el deseo de cumplir con la tarea, que el Señor me encomienda en este momento, como lo hacéis también, cada uno de vosotros.
El Capítulo Provincial han sido unos días de oración sosegada, de reflexión, de diálogo sereno y de alegre fraternidad, que han fortalecido nuestra confianza en Cristo y nuestra voluntad de seguir “firmes en la esperanza, a la que hemos sido llamados con nuestra vida y nuestras obras”.
Los documentos capitulares nos dan la pista para actuar en coherencia con nuestra esperanza y para perseverar en ella. No los menospreciemos por ser caseros sino todo lo contrario, que sean para nosotros una mediación, para comprender la voluntad de Dios y, por consiguiente, una guía para nuestro proyecto personal, comunitario y provincial durante estos tres años.
Como ya sabéis, la primera tarea del P. Provincial y de su Consejo es la formación de las comunidades. Es nuestra intención realizarlo lo antes posible, para que los cambios puedan efectuarse con tiempo y con tranquilidad. Os ruego que recéis para que el Señor nos ilumine; y que nos ayudéis con vuestra palabra y disponibilidad.
El tiempo de Pascua renueva en nuestros corazones la gracia de estar resucitados con Cristo; y es Él quien habla a nuestro corazón, para encenderlo de esperanza, enseñándole a leer su providencia amorosa en nuestra propia historia. Él mismo quien abre nuestros ojos, para reconocerle presente, como dulce padre nuestro, en nuestra vida y en nuestras obras. “Quédate con nosotros, Señor”. Que la Paz de Cristo Resucitado esté con vosotros.
Aranjuez, 31 de marzo de 2002.
P. Joaquín Rodríguez Romero
Prepósito provincial
ORACIÓN Y FRATERNIDAD
"Os saluda vuestro pobre padre, y os conforta en el amor de Cristo y en la observancia de la ley cristiana, tal como os lo demostré de palabra y de obra cuando estaba con vosotros, de tal manera que el Señor ha sido glorificado en vosotros por medio mío"
(2 CSJ 2)
MOTIVACIÓN
Sabedores de los momentos difíciles que atraviesa nuestra provincia, constatados en el análisis que hemos hecho de nuestra realidad, es hora de decirnos que estamos necesitados de renovación y que ésta, si no quiere ser ficción, necesita un cambio fuerte para ser lo que debemos ser (CCRR): reproponer con nuestra vida y nuestras obras la originalidad, la audacia, la creatividad y la santidad de San Jerónimo y de los primeros padres que lo testimoniaron como “lámparas ardientes, que irradian obras inflamadas del amor divino”. ( Carta del Molfetta).
Lo verdaderamente importante será la calidad de vida evangélica, que nosotros y nuestras comunidades podamos irradiar; de modo que perciban, en nuestra vida, la fuerza salvadora y transformadora del evangelio ante situaciones concretas (disminución de religiosos, escasez de vocaciones, avanzada edad de religiosos), que pueden provocar descontento y sufrimiento. Más allá de estos acontecimientos que estamos viviendo, el Señor nos está llamando, para que, dejándonos guiar por su Espíritu, permanezcamos atentos para descubrir los signos, que nos invitan “a dar pasos para edificar y estructurar la esperanza." (DCG 99).
Asimismo, la inquietud, recogida por el P. General en su visita canónica, coincide con la del Capítulo General, en el sentido de que "nuestra vida no brilla mucho como inquietud radical del evangelio”.
En los documentos preliminares al Capítulo Provincial y en la relación del P. Provincial, se constata:
No siempre las comunidades reflejan una vivencia coherente de la fraternidad.
Se perciben deficiencias en la oración personal y comunitaria.
parece que tiene más peso la organización de la actividad y de la obra en sí que el potenciar y alimentar la propia vida de consagración.
Estos momentos difíciles, que se viven a veces, son tales que producen en los religiosos situación de cansancio y desánimo, encontrándose incluso desilusión, y resignación pasiva frente a un futuro muy incierto.
Esta situación por la que atraviesa nuestra provincia y nuestros religiosos la acoge el capítulo como tiempo de gracia, esperanza y novedad. Y lo es por varias razones:
porque nos da la posibilidad de acrecentar nuestra fe y esperanza en Dios sólo (2CSJ)
porque Dios puede servirse de nuestros errores para común utilidad, enseñándonos a tener paciencia y a ayudarnos a abrir nuestros ojos, para que veamos y corrijamos aquellos comportamientos o actitudes, que no son conformes con nuestra consagración (3 y 6 CSJ).
Porque nos ofrece la ocasión, a través de las indicaciones de este capítulo, de comprender la voluntad de Dios y de cumplirla (5 CSJ).
Acojamos, pues, esta llamada con corazón agradecido por este tiempo de gracia, que el Señor nos concede. Por este motivo, el Capítulo propone:
OBJETIVO GENERAL:
Asumir un camino personal y comunitario de renovación.OBJETIVOS ESPECÍFICOS:
- Tratar al Señor, como Señor, significa ponerlo en el centro de nuestra vida, dejando que desde ahí, lo domine todo la fuerza del Espíritu, que nos permitirá ser signo e instrumento de diálogo y comunión.
- Convencernos de que es necesario "nacer de nuevo", es decir, nacer del Espíritu, siendo conscientes de que esto implica una conversión del corazón. Se trata de hacer que nuestra vida hoy sea "novedad".
- Ser hombres apasionados por Jesús y su causa, llamados a ofrecer con nuestra vida una respuesta a esa sed, que hay en el mundo actual; empeñándonos en la tarea de vivir una experiencia espiritual y evangélica profundas.
- Ser conscientes de que vivir en comunidad es convivir y es imposible hacerlo sin fraternidad, acogiendo y amando a los demás, tal como son, superando el individualismo, que lleva inexorablemente a la insatisfacción, al sinsentido, al vacío.
Redescubrir y llevar a la práctica cierta "ascesis" (CCyRR Cap. VII), que parece haber quedado en el olvido; pero que es indispensable para permanecer fieles a la propia vocación y seguir a Jesús por el camino de la Cruz, a través de la unión de la oración y fraternidad.
MEDIOS
- Fiel observancia de las Constituciones y Reglas. Deben ser leídas y meditadas con fe viva, con esperanza consoladora y con caridad ardiente. Fidelidad significa adhesión, que compromete al religioso:
En el servicio y en el amor fraternos (castidad)
En el desprendimiento de las cosas terrenas (pobreza)
En la disponibilidad para servir a los hermanos (obediencia)
- Redescubrir la importancia de nuestra devoción y de la lectura y meditación de la Palabra de Dios en conexión con la vida:
La Eucaristía, como Sacramento y como sacrificio, en la vida comunitaria de cada día. Nos congrega a todos como familia de Dios.
La "lectio divina", individual o comunitaria, acogida como palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación, oración y contemplación.
La devoción a María Santísima, que está con nosotros en el camino: "La veneramos como Madre de las Gracias, esperanza nuestra ... e, imitándola, aumentará en nosotros la fe y la esperanza en el Señor". (CCRR. 49).
- Elaboración de un proyecto personal, que tenga en cuenta los objetivos indicados, con vista a favorecer también el proyecto comunitario y una revisión periódica de los mismos.
- Formación permanente:
Asimilación progresiva de nuestra espiritualidad, por medio de los capítulos formativos, lectura y meditación de las Constituciones y Reglas, retiros...
Renovación teológico-pastoral, a través de cursillos, lecturas y otras actividades.
Aceptación y apertura a las opiniones de los hermanos y a la búsqueda de soluciones con el diálogo respetuoso.
MISIÓN APOSTÓLICA
“Llamó a los que Él quiso,... para estar con Él y para enviarlos a predicar”
Mc. (3,13-14)
MOTIVACIÓN
Para nosotros, religiosos somascos, la misión es un elemento constitutivo de nuestro ser, tiene un valor fundamental; es un desafío fuerte e inquietante. Es cierto que el Señor llama para “estar con él”; pero también es cierto que el Señor llama para “ser enviado con una misión”. Nuestra vida consagrada no se entendería sin esta dimensión, porque es como la razón última para nosotros, que nos sentimos llamados. Pero no debemos olvidar que esas dos realidades se viven “en la comunidad” (CCRR 65, 69).
La misión de nuestra Congregación hoy necesita hacer realidad, en nuestros distintos ámbitos de apostolado, el “Id y anunciad la Buena Nueva a todos los pueblos” con un nuevo estilo, un nuevo modo evangélico de relacionarnos con quienes compartimos la vida y con aquellos que usufruyen de nuestro apostolado.
Esta misión exige personas marcadas por el Espíritu Santo y que anuncien y proclamen la Palabra con valentía, con fuerza. Dicha misión debe estar atenta a las expectativas de los que nos rodean, que ayude a la persona a crecer evangélicamente, sin imponer, sino con un testimonio de vida peculiar. Una misión que motive, estimule, cambie la mentalidad de los hombres y mujeres con los que entramos en contacto cada día, les sitúe ante nuevos valores, les cuestione el presentarles un nuevo tipo de ser hombre, el tipo del Evangelio. Una misión que no se quede en informar, sino que testifique.
Para ello, necesitamos religiosos que se hagan presentes entre el mundo de los jóvenes, que vivan y hablen del amor verdadero, de la paz, del compartir, de la pureza y la sinceridad, de la ternura y la compasión, como verdaderos padres. Religiosos que vivan y hablen y se comprometan con la justicia, que enfrente las injusticias. Religiosos que sean ellos mismos, en su identificación y transformación en Jesús, Buena Noticia. Religiosos apasionados como Jesús por el Reino.
Si bien nuestros campos de apostolado son varios: obras asistenciales, colegios, parroquia,... en todos estos ámbitos nuestra opción preferencial es hacia los más necesitados (CCRR 67); entendemos por necesitados aquellos que «son los oprimidos, los marginados, los ancianos, los enfermos, los pequeños y cuantos son considerados y tratados como “los últimos” de la sociedad» (VC 82). Con aquellos que no son directamente necesitados, nuestra labor debe ser de sensibilización hacia los pobres y de colaboración en nuestra tarea apostólica. Recordémonos que, en nuestra misión, no somos dueños de las obras, sino siervos de los pobres y de las obras. Debemos quitar una cierta mentalidad mundana, que está entrando en nuestras maneras de actuar.
En definitiva, nuestra “vida religiosa será pues, tanto más apostólica, cuanto más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria y más ardiente el compromiso en nuestra misión específica somasca” (cfr. VC 72).
OBJETIVOS
Resituarse en las distintas obras, iniciando un camino que lleve a primar la propia vivencia de la consagración y la posibilidad de incidir más evangélicamente sobre el aspecto de gestión y conducción de la obra.
Cambio profundo de vida y reestructuración adecuada que ayude a vivir mejor nuestra vida fraterna en comunidades orantes y a servir a la Iglesia desde nuestro peculiar carisma y espiritualidad.
Superar la competitividad autosuficiente por una colaboración constructiva. Abrirse al diálogo conscientes de que la escucha en la verdad puede reengendrar nuestra fraternidad.
El Superior Local tiene que ser animador de la comunidad (CCRR 24,32, Cap. XXV), es decir, hacerse cargo de los hermanos, sabiendo que está puesto al servicio de la fraternidad, su construcción y para la consecución de unos fines espirituales y apostólicos (cfr. DCG ’99 4.2c).
MEDIOS
redistribución de fuerzas, que permitan evitar el desgaste de las personas por el excesivo activismo; redimensionando obras, si es necesario.
Para mejor servir en nuestras obras, se sugiere que en la formación de las comunidades, el P. Provincial escoja a religiosos motivados y adecuadamente preparados para ese específico apostolado, siendo apoyados por una presencia constante y participativa del P. Provincial.
El Capítulo invita a que, en cada Comunidad, haya un delegado de Pastoral, cargo que se renueve cada tres años, y un Delegado Provincial, que se preocupe de coordinar el trabajo que estas personas lleven a cabo. Por otra parte, es necesario dar una continuidad a estos cargos.
En los distintos ámbitos de apostolado, se aconseja al P. Provincial y Consejo la creación de un Departamento, que coordine sus acciones entre las distintas obras de la Provincia, con presencia de laicos y religiosos, para programar unas líneas de acción y revisión del servicio que se presta.
Integrar en las obras a los laicos-as, que deseen compartir nuestro carisma; promoviendo entre ellos encuentros de formación y convivencia a nivel local y provincial. Que, en cada comunidad, haya un religioso encargado de esta misión.
COMUNIDADES EN LAS OBRAS
Nuestra vida religiosa tiene su lugar en el mundo de hoy. Nuestra aportación propia es ser lo que somos: hombres seducidos por Jesús, deseosos de vivir como Él, “participando de la misión apostólica de la Iglesia en espíritu de humilde y activa colaboración y promoviendo iniciativas acordes con nuestro carisma”. (cfr. CCRR 69)
MOTIVACIÓN
Nuestra vocación nos ha llamado a una Congregación directamente ordenada a la misión apostólica que tiene como fin anunciar la Buena Noticia a los hombres y mujeres de hoy, según el carisma de San Jerónimo Emiliani. (Cfr. CCRR 65)
Nuestra misión forma parte de una acción profética, que no puede dejarnos indiferentes. La Congregación nació en la Iglesia, para llegar a donde otros no llegaban y para actuar como otros no actuaban.
La aportación esencial de la comunidad a las obras es la fraternidad, hecha vida dentro de una comunidad, donde todo se estructura y está pensado desde y para el Reino. Pero esta aportación necesita una materialización y una adecuación a nuestro tiempo a través de un lenguaje entendible y creíble.
Cada uno de nosotros ha de ser consciente de la importancia de su persona y de su hacer, como vehículo y puente de transmisión de los valores del Reino. A través de la comunidad y de sus miembros, se evangeliza, al tiempo que cada uno es evangelizado.
Como transmisores del Reino hemos de cuidar nuestra preparación teórica y práctica, así como nuestro obrar; de tal forma que se pueda leer, en la página de nuestro actuar, los valores del Reino; y seamos elemento transformador. Esto implica una fuerte responsabilidad , ya que estamos actuando como manifestación de la implantación del Reino de Dios en la tierra.
En los documentos preliminares al Capítulo Provincial y en la relación del P. Provincial, se constata:
Insatisfacción y nerviosismo, a la hora de afrontar determinados trabajos en las obras, como consecuencia de la falta de preparación técnica y psicológica para esa misión, que lleva a agotamientos o preagotamientos, al actuar con un estilo y unas formas que no se adaptan a la realidad presente.
Intranquilidad, cara a un futuro, que se traduce en un bloqueo, que impide la búsqueda de respuestas adecuadas a las cambiantes circunstancias socioculturales.
Rechazo o pasividad ante las nuevas situaciones o fronteras, que llevan a quejarse más que a buscar soluciones.
Incongruencia entre idearios, proyectos, programaciones (en los que aparece clara la misión de nuestras obras) y la realidad de las estructuras y pedagogía a la hora de actuar.
Miedo, ante las nuevas formas de organizar las obras, que puedan suponer la pérdida de espacios, actividades o responsabilidades. Frecuentemente convertimos la misión en dominio y territorio personal, olvidándonos de que en ésta somos instrumentos al servicio de la evangelización.
OBJETIVOS
1.- Un abrirse a todos, en el que:
Nuestras obras acojan a todos sin distinción alguna.
El trabajo en la misión no puede estar reservado exclusivamente a los religiosos; sino que ha de estar abierto a todos los laicos-as, que quieran aportar lo mejor de sí mismos y compartir la visión y el carisma de nuestras obras.
El religioso y la comunidad sepan discernir su lugar en cada obra, confiando cada sector a aquellos mejor preparados, para llevarla a cabo.
2.- La mejora de la calidad ha de ir encaminada a:
Que las Obras somascas, buscando una permanente mejora, estimulen la formación continua de religiosos y laicos colaboradores.
Que la acción deba estar basada en valores, que se van perdiendo, como el trabajo bien hecho y en equipo, el esfuerzo, el respeto, la convivencia y una cierta autodisciplina.
Trabajar para construir una sociedad fraterna y solidaria, donde se luche por la desaparición de las estructuras injustas y las discriminaciones contrarias al Evangelio.
Educar en y para la austeridad; para compartir, no para acumular; para la solidaridad, no para la competencia; para la verdad y la justicia; para el servicio y la fraternidad sin límites.
3.- Una nueva Evangelización, en la que nuestras obras están llamadas a:
Ser animadoras y propiciar una educación en la fe en tiempos de ausencia de Dios, de increencia o de indiferencia religiosa, haciendo presente en la sociedad el Evangelio.
Renovar el lenguaje, la organización y la pedagogía de la fe. La constatación, de que nuestro mensaje no es entendido por los destinatarios, ha de ser un punto de partida que, mas que desanimarnos, nos lleve a buscar nuevos caminos.
Ser lugares de primera evangelización para muchos jóvenes y familias, conscientes de que la transmisión de la fe y de la cultura religiosa, por parte de la familia, va desapareciendo.
4.- Una apuesta por los más desfavorecidos, en la que las obras:
Deben abrirse de manera preferente a los más necesitados -significados en este momento por las minorías desfavorecidas-, a la diversidad y a la interculturalidad.
Han de ser un referente, que promueva un compromiso solidario y cívico de cara a formar una conciencia social, especialmente en los jóvenes, para construir una sociedad más justa, fraterna y pacífica.
No dejen al lado, en nuestra acción, las nuevas formas de pobreza moral, que atenazan a nuestros jóvenes.
MEDIOS
1.- Una permanente revisión, que lleve a las comunidades a:
Examinar el cumplimiento de los objetivos marcados.
Comprobar la efectividad del papel social y evangelizador de nuestras obras.
Ser capaces de retroalimentar nuestras actuaciones, partiendo de los errores.
2.- Una preparación inicial adecuada y abierta, para poder captar los cambios socioculturales y adaptar el mensaje a la sociedad, que nos toque vivir en cada momento.
3.- Una formación continua, que no nos deje descolocados e inseguros para la misión.
4.- Un estudio profundo de nuestras obras para:
Evaluar, con visión de futuro, las posibilidades reales de cada uno de los religiosos y de los laicos, de cara a mantener e impulsar el carisma en la obra.
Discernir las funciones más importantes, para realizar nuestra misión.
Determinar los diversos cometidos, que podemos realizar nosotros y los laicos.
Descubrir cuáles son los menos favorecidos y los afectados por las nuevas pobrezas.
Revisión de la acción pastoral, y de su incidencia en los destinatarios y en los agentes.
5.- Escuelas de formación de colaboradores y de agentes de pastoral, que incidan en las peculiaridades del carisma en las obras.
6.- Grupos de oración que apoyen la labor de renovación de las obras y de acercamiento a nuestra espiritualidad.
DECISIONES - MOCIONES
DECISIÓN sobre la Casa de Santiago:
«En relación con la casa de Santiago, que el P. Provincial y su Consejo analicen, lo antes posible, la situación en lo que al personal religioso se refiere; para determinar si se puede mantener abierta la obra asistencial.
Una vez hecho esto, y siempre que la decisión tomada sea la de continuar, o el propio gobierno provincial o una comisión delegada al efecto, realizará un proyecto específico, con el fin de proponerlo a la Administración.
En el caso de falta de personal religioso cualificado o en el caso de que la Administración no aceptase dicho proyecto, el Capítulo decide que el P. Provincial y consejo procedan al cierre de la obra asistencial».
DECISIÓN sobre la Colaboración con los Laicos-as:
«En sintonía con las orientaciones eclesiales y capitulares y con las propuestas del presente Capítulo, referentes a la colaboración con los laicos-as, los padres capitulares deciden:
1. Que el P. Provincial y Consejo estudien:
La viabilidad y las opciones posibles, de cara a la formación de Consejos Económicos-Administrativos; sirviéndose de expertos; y, en el plazo de un tiempo razonable, que se hagan cargo de la gestión económica-administrativa de nuestras obras.
La posibilidad de crear una ONG a nivel provincial, para sensibilizar y trabajar en el compromiso social de nuestras casas.
La forma de mentalizar a los religiosos, con respecto a la práctica y consecuencias que implica mayor responsabilidad de los-as laicos-as en la gestión económica-administrativa de las obras.
2. Que el Superior local, consultada la comunidad, con el acuerdo del P. Provincial, decida las posibles incorporaciones de los-as laicos-as, que compartan nuestro carisma, a los cargos de dirección».
MOCIÓN sobre la Pastoral Vocacional:
«La Congregación acoge las vocaciones como un verdadero regalo del Señor; las promueve y acompaña con solicitud en su crecimiento y formación... Para seguir mereciendo de Dios esta gracia, todas y cada una de las comunidades y e los religiosos comprométanse en la pastoral vocacional»
Teniendo presente las indicaciones del documento preparatorio al Capítulo Provincial, y el informe del P. Provincial vemos la necesidad de dar pasos decididos en el campo específico de la pastoral vocacional.
Por lo tanto, el Capítulo considera oportuno:
Valorar la posibilidad de presentar y proponer la vocación somasca a los chicos y jóvenes, desde edades tempranas, con los que trabajamos en las distintas obras.
Que el Delegado de Pastoral de cada comunidad promueva también actividades específicas para los muchachos, que manifiesten inclinación a nuestro carisma (convivencias, momentos de oración, etc...).
Que el Delegado Provincial de Pastoral coordine, mediante encuentros, el trabajo de los Delegados de cada comunidad; y organice, al menos, una convivencia anual entre los chicos/jóvenes de las diferentes casas.
Hacernos cercanos y disponibles para el acompañamiento espiritual de los chicos y jóvenes, que están en nuestras obras.
Sensibilizar y hacer partícipes a los laicos, sobre todo a las familias, en la promoción vocacional.
Seguir considerando la mediación del seminario como lugar idóneo para aquellos jóvenes, que muestran interés y aptitudes por vivir nuestra vida religiosa.