Entregamos
nuestra vida a Dios
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La
vida cotidiana de la monja cisterciense se desarrolla en un espacio
concreto y determinado: el monasterio, que gira simbólicamente
alrededor del claustro. Es ahí donde debe vivir, en sincera
comunión fraterna con sus Hermanas, desgranando y recorriendo
el tiempo determinado que es su vida personal, entregándose
a su quehacer cotidiano monástico. En cierto sentido, puede
decirse que la monja recibe el don gratuito de su vocación
con su género de vida concreto y hace, con su profesión,
una renuncia a su propia vida a favor de la humanidad, después
de este momento ya nada le pertenece en exclusiva, ni "su"
tiempo, ni "su" voluntad, embarcada en una aventura
divina trata de ir dando la vida paso a paso, con arreglo a un
programa bien determinado: la vida monástica.
Su vida está jalonada por los distintos oficios litúrgicos
que van marcando y dando forma al diario vivir.
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La
monja sabe que está llamada a convertirse en corazón
vivo y voz vibrante de la Iglesia que le encomienda su quehacer
espiritual a favor de toda la humanidad, por medio de la oración.
En este singular trabajo es donde su voz debe ser capaz de rasgar
el tiempo y convertir el momento presente en instante de eternidad,
por quedar transcendido por la presencia de Dios, en la más
absoluta gratuidad y tal vez por esto mismo en la más absoluta
inutilidad, ya que ningún otro fin es buscado en sí
mismo, su único fin es la búsqueda amorosa de la
presencia de Dios. Este es el gran don recibido en la vocación
monástica y que hay que desarrollar e intentar que florezca
en el día a día.
La
identidad de la monja se realiza en el tiempo, por lo tanto está
sometida al cambio, aunque al no tener un fin secundario en su
esencia, en todas las circunstancias se propone la búsqueda
de Dios. Nada más y nada menos. Para realizar este fin
se separa del mundo y da la parte más privilegiada de su
vida a la oración privada y litúrgica.
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La
naturaleza nos rodea y sentimos su presencia
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"Lectio",
lectura, meditación, oración, contemplación
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La
privada abarca la oración propiamente dicha, que es ayudada
y preparada con la práctica de la "lectio" con
su escalada tradicional de "lectura", "meditación",
"oración" y "contemplación",
para darla vida el silencio se convierte en ayuda imprescindible
que cultiva y mantiene la presencia viva del Señor, el
esencialmente OTRO, presente y actuante en toda la vida.
La oración litúrgica tiene sus propias connotaciones
monásticas, la monja ora para el mundo, por él,
y en su lugar y sobre todo ora con, en unión de Cristo,
así su tiempo de oración queda donado y trascendido,
convirtiéndose en un tiempo de estrecha unión con
Dios y de participación en su misterio.
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La
oración litúrgica gira alrededor de la Eucaristía
diaria, fuente y fin de toda vida interior, resumen y actualización,
en el aquí y ahora, del misterio cristiano y que en el
monasterio se trata de dar la mayor solemnidad posible por medio
del canto y el cuidado pormenorizado del ceremonial, día
tras día al aire del año litúrgico que ayuda
a la monja a revivir y asimilar el misterio de la redención.
Junto
a la Eucaristía está la Liturgia de las Horas, que
es la otra gran plegaria de alabanza y acción de gracias
que va marcando, jalonando y dando ritmo al diario vivir y acontecer,
al que va iluminando hasta dar luz y valor nuevos a la vida de
la monja, ayudándola a trascender lo trivial, común
y ordinario de cada jornada, durante toda la vida. Tiene dos ejes:
uno abarca todo el año litúrgico, el otro más
reducido, semanal e incluso diario que nos ayuda a vivir el momento
presente, según la hora del día que se rece.
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Nuestra
iglesia, punto de reunión con Dios
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La
jornada comienza a las 5 de la mañana, a las 5,30 tiene lugar
la celebración de las Vigilias. Esta "Hora" tiene un
fuerte carácter bien definido. Es el primer rezo oficial del
día, que aún no ha llegado. Se sitúa en la "noche"
con todas sus connotaciones. Quiere ser una ayuda eficaz para todos
los hombres que viven fuera del recinto monástico y que pronto
se prepararan para vivir una nueva jornada; los trabajadores nocturnos,
los enfermos, los agonizantes, los que pasaron la noche en vela buscando
falsas quimeras de espaldas a Dios, los que viven la propia noche de
la fe, del olvido, los que han visto sus noches iluminadas por la luz
siniestra de las bombas, los refugiados en campos infrahumanos
Son tantas y tan graves las situaciones que puede vivir el hombre actual
y de todos los tiempos
La voz orante y pobre pero firme de la
monja quiere acoger a todos, presentar el mundo a Dios y pedirle que
siga manifestando su gloria
Como fondo de tantas necesidades,
de tanto dolor humano. Vigilias es la Hora de la vela, de la vigilancia
por excelencia, de la espera del retorno del Señor, tiempo de
alimentar con aceite las lámparas para que se mantengan encendidas.
Siete
veces al día te alabo Señor
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La
salmodia, los himnos, las lecturas de la Palabra de Dios, y de
los Santos Padres, los responsos y las oraciones se suceden, nos
advierte San Benito: "
que el corazón concuerde con los labios "
la mente se va llenando de la Palabra, misión y trabajo
personal de cada Hermana que tendrá que ir llenando con
ella el corazón, cual si de un receptáculo se tratase.
Su celebración se prolongará por un espacio de tiempo
variable, según los días y fiestas que se celebren,
pero nunca bajará de los ¾ de hora, y rara vez superará
la hora y 45 minutos.
Hasta las 8,20 que comienzan Laudes,
tras el desayuno y arreglo de celda, se tiene un tiempo personal
de "lectio" oracional y personalizadora, tiempo sumamente
importante para la escucha atenta de la Palabra.
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A las
8,20 comienzan los Laudes, rezo de la aurora o del amanecer, en ella
se impone el ofrecimiento de la nueva jornada. La alabanza se funde
con la súplica por la misma Iglesia, y por toda la humanidad,
que se supone se está enfrentando a un nuevo día con todas
sus necesidades y problemas. Con esta "Hora" comienza el oficio
diurno, que regularmente va sembrado de alabanzas y súplicas
todo el día sobre todo en los momentos más significativos
y puntuales. Con la ayuda de esta celebración se consagra al
Señor el comienzo del día monástico. Como fondo
está la recomendación apostólica de "orar
sin interrupción". Junto con Vísperas es llamada
"Hora Mayor". Las evocaciones bíblicas de esta oración
son muy fuertes: la luz que hace comenzar el nuevo día se superpone
con la luz nueva de la creación y con la que irradia Cristo Resucitado,
verdadera Luz del mundo.
A
continuación -9 de la mañana- se celebra la Eucaristía,
que como la Liturgia de las Horas es cantada a diario. Es por
excelencia el sacrificio de acción de gracias fuente y
cumbre de donde dimana toda vida espiritual, misterio de amor
donde diariamente se renueva el sacrificio redentor de Cristo
el Señor. Momento de recibir el alimento que dará
fuerza y forma al diario caminar. Tiempo de elevar las manos en
unión de Cristo, bendiciendo a Dios
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Eucaristía:
sacrificio de Acción de Gracias
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La
oración silenciosa y personal se prolonga durante media hora,
concluida ésta -hacia las 10 de la mañana se tiene el
canto de la hora de Tercia.
El trabajo monástico se ha presentado frecuentemente como el
2º binomio querido por San Benito para sus monjes, el famoso "
Orat et labora ". La realidad del trabajo sigue siendo hoy una
fuente de ascesis personal para el monje. Es el medio normal de recabar
la propia subsistencia y el socorro para todos aquellos que demandan
la ayuda del monasterio para paliar sus necesidades más básicas
y fundamentales. " Somos auténticos monjes cuando vivimos
de nuestro trabajo" nos recuerda la Regla de San Benito. Dada
la competitividad social en la que vivimos no se puede eludir en algunos
momentos, al menos, una cierta preparación de la monja para realizar
profesionalmente bien su trabajo, con creatividad, responsabilidad y
eficacia. Todo ello como derecho y deber, según las posibilidades
de cada una, sin perder de vista que este tiempo es una ocasión
privilegiada de participar en la obra divina de la creación.
El trabajo a veces puede ser arduo y duro, pero siempre debe ser solidario
con los demás trabajadores, redentor para con el mundo y gozosa
escuela de caridad fraterna.
Además
de los trabajos comunitarios y de mantenimiento del monasterio, se cuenta
con un trabajo para el exterior del monasterio.
La
"Hora de Sexta" se celebra a las 13,15 poniendo fin al trabajo
de la mañana. Como el resto de las "Horas Menores"
es una ayuda para orar durante el día interrumpiendo el trabajo.
La
comida silenciosa y con lectura en voz alta de una Hermana sigue a este
rezo.
A las
15,15 el rezo de "Nona" vuelve a reunir a la Comunidad en
la plegaria en torno al altar, con las mismas connotaciones litúrgicas
de las "Horas Menores" anteriores.
De
15,30 a 16,30 la mayor parte de los días, pero no todos,
se dedica un tiempo al intercambio informal de opiniones, a la
puesta al corriente de diferentes noticias, o al paseo tranquilo,
cuando el tiempo lo permite. A continuación nuevamente
se retoma el trabajo, cada cual el suyo según las distintas
asignaciones y obligaciones. Durante la tarde se puede contar
con un espacio de tiempo libre para el estudio, la "lectio"
personal, hasta las 18,45 que se celebran las "Vísperas".
"Vísperas"
es la otra gran Hora Mayor, se celebra al comienzo de la caída
de la tarde, es como una llamada al recogimiento oracional, al
silencio que empieza a envolver a la naturaleza. Quiere recoger
en estos momentos a todos los hombres y presentárselos
al Padre una vez más en una gran y solemne acción
de gracias por todo lo bueno que ha derramado en la jornada sobre
la humanidad, sobre cada uno de sus hijos. En el Antiguo Testamento
era la hora de la ofrenda del incienso, siendo para nosotras el
momento oportuno de levantar las manos al Señor.
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Jardín
central: Ntra. Sra de la Confianza
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Le
sigue nuevamente la oración silenciosa y personal en Comunidad,
durante media hora. Concluida ésta, sobre las 19,50 tiene lugar
la frugal cena, también en silencio, y tras unos minutos libres
las Hermanas se reúnen a las 20,35 en la sala capitular donde
la M. Abadesa u otras Hermanas exponen distintos temas.
Sta.
Mª de los Mártires
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A
las 21:00 comienzan las "Completas", es el último
rezo comunitario del día, su cierre oficial que termina
allí donde comenzó: a los pies del altar. Es un
rezo sereno y orante, que entreabre un poco la puerta de la existencia
a la eternidad
Su colofón es el canto de la Salve
a la Señora, a la Madre, que si bien durante todo el día
ha ido recibiendo el canto final de todos los rezos ahora tiene
un solemne broche.
Este
es a grandes rasgos el día laboral, paso a paso, vivido
en nuestro Monasterio. Los domingos y festivos tienen un carácter
celebrativo algo diferente. La Eucaristía se celebra, con
la máxima solemnidad posible, a las 11 de la mañana
y el tiempo dedicado al trabajo se convierte en tiempo de libre
empleo: paseo, rezo personal, estudio, lectio, una especie de
descanso ocupado, vivido a tope por cada una que nos hace vislumbrar
un poco lo que podrá ser un día el verdadero "descanso
sabático" de la eternidad.
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