El
fin espiritual de la Comunidad se manifiesta especialmente en la celebración
litúrgica, a la cual dedican gran parte de la jornada, para
cumplir en unión de la Iglesia la función sacerdotal
de Cristo, ofreciendo a Dios un sacrificio de alabanza e intercediendo
por la salvación de todo el mundo.
La oración pública se prolonga
a lo largo del día mediante la oración silenciosa y
personal.
En la lectio divina, la monja se entrega a la
escucha y rumia de la Palabra de Dios, fuente de oración y
escuela de contemplación; en ella, la monja dialoga con Dios
de corazón a corazón.
El trabajo, arduo y redentor, fuente de una
fecunda ascesis, ofrece a las monjas la ocasión de participar
en la obra de la creación y comprometerse en el seguimiento
de Cristo pobre.
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