Esta
comunidad de monjas cistercienses se fundó en el año
1218 en la localidad de Pinilla de Jadraque (Guadalajara), primer
lugar de asentamiento y desarrollo.
Las ruinas que hoy quedan de su edificio han ido sufriendo a lo
largo de los siglos una serie de modificaciones que no nos permiten
darnos una idea exacta de lo que fue su vida allí; pero
lo que nos han legado, junto con la documentación existente,
nos permiten llegar a saber que llevaron una vida próspera
y apacible, silenciosa y sencilla, apartada de los grandes centros
urbanos, muy a propósito para un monasterio cisterciense
femenino de los siglos XIII al XVI, porque a ellas también
les llegó la orden real de Felipe II para abandonar el
lugar y habitar otro intramuros de alguna ciudad.
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Abside
de la Iglesia de Pinilla de Jadraque
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Puerta
principal
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Detalle
escudos de la puerta principal
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Iglesia-Convento
de Almonacid
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Las
últimas obras de reforma se habían concluido en
1551, según consta en el grabado de una piedra con la cruz
primitiva de la Orden, colocada sobre la puerta de acceso al recinto.
En 1576, el Real Consejo daba permiso a las monjas para efectuar
el cambio. El lugar elegido fue Almonacid, junto a la encomienda
de la Orden de Zorita de los Canes, cambiando su nombre por el
de la Purísima Concepción de Nuestra Señora.
Allí se comenzó la edificación del nuevo
convento, que en 1581, estando ya el inmueble terminado, recibía
a la Comunidad.
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Pronto
se levantaron voces de alarma debido a la insalubridad del lugar
y a la pobreza extrema en la que vivían --en sólo
los primeros años de permanencia murieron 24 monjas--.
Pero gracias al esfuerzo de Doña Jerónima de Velasco,
su abadesa, la Comunidad logró salir de allí en
1623 trasladándose entonces a Madrid. Mientras se edificaba
su monasterio residieron en la calle Atocha durante 6 años.
En 1629, bajo la abadiato de Doña María de Peralta
se trasladaron a la calle de Alcalá.
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Doña
Jerónima de Velasco |
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Iglesia
de Las Calatravas (c/Alcalá)
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La
oración, los trabajos manuales y el oficio divino eran
las principales ocupaciones de las monjas. En 1670 se colocó
la primera piedra de la iglesia. Su bello exterior renacentista
se remató con una torre ochavada, colocándose
en la fachada principal las imágenes de la Inmaculada
sobre la puerta y la cruz de la Orden en el rosetón,
flanqueada por las estatuas de San Raimundo y Diego Velázquez.
Poco después --en 1721--, se recibía una importante
reliquia de San Raimundo, en una arqueta-relicario de plata
repujada, que fue colocada sobre el altar mayor, en un lugar
preeminente. El templo, desde entonces, fue utilizado por los
caballeros calatravos que residían en la corte para celebrar
en ella tanto sus oficios religiosos como sus capítulos.
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Poco después era proclamada la 1ª República, teniendo
las monjas que desalojar su convento, ordenando entonces su residencia
con las Comendadoras de Santiago. Dicho traslado imposibilitaría
la recepción de nuevas vocaciones, motivo éste que obligaría
a salir en 1896 a las dos únicas monjas supervivientes.
Así
las cosas surgió otra mujer excepcional: Doña Concepción
Baró, única superviviente de las monjas salidas de la
calle Alcalá. Ayudada por los Caballeros Calatravos, y más
concretamente por el Marqués de Pico Velasco, D. Federico Reinoso,
abandonó la Comunidad de Santiaguistas junto a Doña
Francisca Bayo, estableciéndose en el antiguo Convento Dominico
de Jesús María de Valverde, en el pueblo de Fuencarral,
que estaba vacío desde la Desamortización. Era el 13
de agosto de 1896.
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Convento
de Jesús María de Valverde
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Allí
la comunidad pudo rehacerse numérica y económicamente,
a la sombra de otra gran figura providencial, la Madre Pilar
Carrasco. La Reina Mª Cristina y la Infanta Isabel fueron
las mayores y más insignes benefactoras de la comunidad
en esta época, que en 1902 recibía nuevas Constituciones,
trasladándose en 1912 al paseo del Pintor Rosales nº
12. Sería aquí donde se les dotó de una
nueva casa, aunque las hermanas no permanecerían en ella
durante mucho tiempo. Llegó la 2ª República,
luego el llamado Movimiento Nacional, con todas las tragedias,
muertes y revanchas. El cuartel de la Montaña, que estaba
frente al Convento, fue asaltado el 20 de junio, y el 9 de agosto,
éste fue incautado y las monjas, tras dos días
de interrogatorios, fueron a parar a la cárcel, siendo
entonces reducido su edificio a un montón de ruinas.
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La guerra terminó y la Comunidad, por mandato del Patriarca
D. Leopoldo Eijo y Garay, se reunió en el antiguo beaterio
de las Magdalenas de la Penitencia, sito en la calle Hortaleza, nº
88, de Madrid.
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Será
a partir de 1965 cuando la comunidad pasará a formar parte
de la Federación de Monjas Cistercienses de la Regular
Observancia de San Bernardo de España.
La búsqueda de un lugar más idóneo para vivir
su vida monástica les llevó a dejar el inmueble
sito en la calle Hortaleza en 1977 y, durante dos años,
mientras se adelanta la construcción de un nuevo monasterio
en plena sierra madrileña, residen en la calle Dolores
Povedano, 11, instalándose finalmente la Comunidad en el
monasterio que actualmente habita en Moralzarzal, el 1 de Febrero
de 1980, aunque su iglesia no se consagraría hasta el 3
de noviembre de 1989.
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Convento
en la calle Hortaleza
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