Perfil
Biográfico de Paula Montal |
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Paula
Montal y Fornés nace el año 1799 en Arenys de Mar (Barcelona).
Abre su primera escuela en Figueras el año 1829, tiene una actividad
fundacional incansable hasta muy avanzada edad. Trabaja con precisión
y profundidad en la formación de las religiosas, vigila con solicitud
y fidelidad el navegar de la Congregación desde su retiro de Olesa
de Montserrat, donde vive en oración y silencio los últimos
treinta años de su vida y donde muere el 26 de febrero de 1889, cuando
su ofrenda había llegado a la plenitud, y su anonadamiento era total. |
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De su personalidad fecunda podemos contemplar diversos puntos de mira, diversas situaciones vitales. Se destacan fundamentalmente tres:
Son como el trípode que sostiene el edificio entero de su persona. |
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Vivió
su realidad de mujer con las carencias y vicisitudes de su tiempo y también
con la grandeza y dignidad de su ser personal. |
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El magisterio nace en el alma como vocación y cuando se vive como don brota natural y transparente en la docencia de cada día... Dicen sus biógrafos que tenía una cualidad innata para trabajar con las niñas. Su cercanía, su amor entrañable a las alumnas, su dedicación plena a la educación, hacen de Paula un modelo acabado de Maestra organizada, responsable, respetuosa con las niñas y con el rigor de la verdad, exigente en la preparación, ordenada en la exposición. Ejerció como maestra toda su vida y dejó a sus hijas, en las normas y reglamentos propios, una doctrina clara y sencilla de la mejor pedagogía. El trato exquisito a las alumnas, la participación activa de las niñas en su proceso formativo, la colaboración con los padres, la formación profunda del profesorado, la calidad de contenidos, lo ambicioso de la formación integral que propugnaba, no son sólo elementos actuales, sino los caracteres propios y genuinos de la pedagogía de Paula Montal, puestos en práctica desde el año 1829. |
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Es
uno de los aspectos más documentados de la fundadora de las escolapias. VIVENCIA DEL CARISMA EDUCATIVO POR LA FUNDADORA Paula Montal vivió el carisma educacional con la más rigurosa entrega, con la sublimidad del artista, se sintió responsable de su obra y quemó en la empresa todas sus naves. Como todos los elegidos, tuvo problemas, intrigas y tropiezos. Fue flexible, dúctil y sufrida cuando lo que había en juego era secundario o se trataba de su persona. Fue firme, enérgica e inflexible cuando lo esencial del don del que era acreedora ante Dios, podía cuestionarse. Con ella al frente de la Congregación se culminó el diseño de la esencia escolapia; es decir, la Congregación articula en las tres primeras fundaciones la estructura esencial de su misión. Educar cristianamente a la mujer, con dedicación preferente a las clases populares y según el estilo de San José de Calasanz. Busca medios nuevos, eficaces y valientes en aquellos tiempos: Oposiciones de sus religiosas, Subvenciones de los Ayuntamientos, cualificación y especialización de las maestras, adaptación realista a las circunstancias de lugares y tiempos. En 1846 queda, pues, perfectamente perfilado el proyecto y la vivencia de lo que Paula Montal deseaba para su Congregación. Después, cuando la obediencia la retira del timón, recibe con agrado y eficacia los sucesivos encargos que le proponen, siendo de especial interés su intenso y valioso trabajo como Maestra de Novicias. Su actividad fundacional es también muy amplia. Sin embargo el lugar privilegiado y natural era el magisterio; allí se ensanchaba su corazón y se ampliaba su horizonte. Su pedagogía, innata y eficaz, hacía sencillas todas las materias. Cuidó con especial esmero la Catequesis, el enseñar a las niñas a orar. Ella misma fue mujer orante, que resolvió adecuadamente la ecuación de actividad y contemplación. La riqueza de su personalidad, el atractivo de su vida, es para las Escolapias un pozo profundo de admiración y doctrina. ¡Ojalá consigamos ser fieles de verdad al mensaje y la vida de esta incomparable mujer! Mª Dolores Pérez Marín, Sch.P.
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